Trabajos de reproducción y cuidados en un mundo capitalista

 

Boletín DeBajada N°7

 

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Desde el Centro de Estudios Populares (CEESP) queremos aportar en la importante discusión que se viene gestando en Bolivia en torno a los trabajos de cuidado y de reproducción de la vida. En anteriores boletines DeBajada, en especial en el número 6, ya hemos abordado la temática, sin embargo, es una discusión sobre la cuál estaremos ahondando hacia adelante, intentando abrevar de posturas fértiles y críticas a las posturas más institucionalizadas. En este boletín, en particular, sintetizamos algunas ideas generales sobre los trabajos de reproducción y de cuidados, ideas que provienen de múltiples discusiones y que consideramos importantes para el contexto boliviano. Si bien en este boletín aportamos una mirada más teórica, esta se verá complementada con posteriores publicaciones de orden mucho más concreto y/o metodológico.

Desde sus distintas vertientes, han sido las luchas de mujeres y los procesos de pensamiento derivados de ellas, las que han puesto sobre la mesa de discusión –con mucho énfasis en las últimas décadas– la invisibilización de lo que se conoce como trabajos de cuidado, o, desde una perspectiva más amplia, los trabajos de reproducción; así como la importancia que estos tienen para mover el mundo; un mundo que en el presente se organiza principalmente en torno a la producción de mercancías gestionadas por el capital.

Los trabajos de reproducción, que son todas aquellas actividades destinadas a hacer viable y sostenible la vida social y biológica de los seres humanos, como las labores domésticas, las de cuidado de otras personas mayores, enfermas o niñxs, entre otras, en la mayoría de los casos son trabajos no remunerados que se asumen como naturalmente femeninos en un mundo patriarcal. Es decir, como trabajos que deben ser realizados automáticamente por cuerpos de mujeres, lo que, a su vez, es garantizado por un conjunto de instituciones, como el Estado, la iglesia y la familia, que imponen y reproducen una variedad de prácticas y violencias para que ello suceda de dicha manera.

En ese sentido, la puesta en escena de estos trabajos, como actividades humanas fundamentales para la reproducción social de la vida ha sido esencial para entender cómo se configura la dominación en el presente y la manera particular de organizar las actividades humanas a través del género. También, como señala Silvia Federici, ha permitido cuestionar y ampliar marcos cognitivos críticos, como el materialismo histórico, que, desde las lecturas más tradicionales y ortodoxas, dejó en un segundo plano la comprensión de los trabajos de reproducción, como si fuese una cuestión marginal y subordinada al problema de la explotación de la fuerza de trabajo que se gesta en los procesos productivos de mercancías, en los que media el mercado laboral.

 

Cuidados para la vida o cuidados disciplinados para el capital

En estos últimos años, y como suele suceder cuando las ideas disruptivas toman fuerza, la visibilización de los trabajos de cuidado ha tomado cada vez más importancia y, por tanto, también está siendo considerada desde los espacios dominantes de producción de conocimiento. Desde ahí se ha venido codificando esta discusión bajo ciertos estándares y criterios aceptables para un orden social regido por el valor de cambio y la acumulación ampliada del capital. Quizá una de las maneras más comunes de hacerlo es a través del paradigma de la “igualdad de género” y de la reducción de todo el problema a la desigual distribución de las horas de trabajo que se dedican a los cuidados (o trabajos de reproducción desde un enfoque más amplio).

Es decir, no es que no sea importante reconocer la proporción de esta desigualdad, ya que desde ahí se puede dimensionar la problemática, sin embargo, la resolución del problema no puede quedar circunscrita a una cuestión de proporcionalidad del tiempo de trabajo, desconociendo las verdaderas causas de jerarquización de la sociedad y de producción de desigualdades que, en este caso, terminan produciendo ciertas naturalizaciones en la composición de la estructura social y en la asignación de roles.

En este sentido, es importante que un abordaje de los trabajos de reproducción, en general, y de cuidados, en particular, dé cuenta también de la función disciplinadora que desde las relaciones capitalistas y su dimensión política –la estatal– se impone sobre estos tipos de trabajo y que se suma a la dimensión disciplinadora del orden patriarcal. Esto no significa, ni mucho menos, desconocer la centralidad de estos trabajos para el sostenimiento de la vida, pero sí es importante resaltar que bajo la lógica capitalista que organiza la vida social, existen trabajos-para-el-capital, tanto trabajos productivos como aquellos que consideramos destinados a la reproducción de la vida, porque, recordemos, el capital necesita de la vida para sostener la acumulación ampliada del capital. No es posible extraer plusvalor en una fábrica, si no hay personas que trabajan para el dueño de los medios de producción. No es posible extraer recursos naturales, sin haber mediado procesos de despojo y expoliación de territorios y ecosistemas vivos.

Entonces, desde una perspectiva emancipatoria de la sociedad, se debe dar cuenta de la dimensión disciplinadora capitalista a la cual se encuentra sometida gran parte de los trabajos de reproducción. De lo que se trata es no solo de visibilizarlo, sino también de cuestionar este proceso de alienación que redefine el objetivo de estos trabajos, y que los convierte en actividad humana para-el-capital.

Por lo general, las perspectivas más institucionalies tienden a resaltar la importancia de estos trabajos, pero lo hacen sin criticar la captura por parte del capital. Como ejemplo, se trata de cuidar cuerpos, pero no de cuestionar el motivo por el cual se desgastan, enferman o colapsan en procesos de explotación capitalista, ni el hecho de que estos cuidados son utilizados para reponer la fuerza de trabajo a los circuitos laborales del capital. Lo que estas perspectivas tratan de hacer, en todo caso, es convertir estos trabajos de cuidado en algo socialmente aceptable, sin cuestionar el contenido disciplinador del sistema económico y el propósito de producir valor de cambio.

De lo que se trata, entonces, es considerar también cuáles son los trabajos reproductivos, en general, y de cuidados, en particular, que ponen la vida en el centro, cómo se los produce de manera colectiva y cómo rompen con la lógica capitalista de acumulación. Es decir, actividad humana que no con-cede valor cambio –i.e. tiempo de trabajo socialmente necesario– al capital.

 

¿Y si los trabajos productivos también fuesen reproductivos?

Acá adelantamos una discusión que esperamos ampliar y clarificar más adelante, pero la exponemos a partir de la siguiente pregunta: ¿En qué se sostiene la diferencia entre trabajos reproductivos (entre ellos los trabajos de cuidado) y trabajos productivos? ¿Son esencialmente distintos o son socialmente diferenciados? En un mundo capitalista solemos situar la diferencia entre estos tipos de trabajo a partir de dos criterios básicos: los trabajos productivos suelen ser remunerados y producen bienes o servicios para el mercado; es decir, pueden ser intercambiados como mercancías. En cambio, los trabajos reproductivos no acostumbran a ser remunerados ni tampoco suelen convertirse en mercancía, ya que implican afectos y otras emociones que son difíciles de mercantilizar.

A partir de la preocupación expresada por múltiples pensadorxs, como Silvia Federici, podríamos hacernos una pregunta que no es tan trivial, si los trabajos de reproducción tienen como propósito hacer viable la vida, entonces, ¿cuál es el propósito de los trabajos productivos?

En realidad, nos vamos a encontrar que en el mundo capitalista actual –y en la manera en que este está organizado– la vida humana no es viable sin un cúmulo importante de lo que entendemos como trabajos productivos, en especial aquel que tiene que ver con la producción de alimentos y servicios primarios –no se puede realizar la preparación doméstica de alimentos sin alimentos–. En este sentido, podemos considerar que son actividades humanas destinadas a la reproducción de la vida pero capturadas por el circuito capitalista de distribución del excedente social y por los procesos de valorización –incluidos aquellos productos que se producen en economías no capitalistas pero que quedan insertos en sus mercados–.

Sin embargo, como ya lo expuso Marx, si algo hace el capitalismo es crear apariencias que distorsionan las relaciones sociales. En este sentido, una gran apariencia es la de conjugar en la categoría de producción un conjunto de actividades destinadas a cuidar la vida junto a otras que, en todo caso, pueden incluso destruir la vida, como resulta ser la producción de armas o actividades extractivas depredadoras.

Así pues, una discusión que consideramos fértil es aquella que tiene que ver con disputar el carácter reproductivo de un conjunto de actividades humanas que actualmente están capturadas por la lógica capitalista de producción. Disputando su carácter de trabajo-para-la-vida y contra el trabajo-para-el-capital. Esto, además, representa una afrenta directa a la forma patriarcal de organizar la vida social, ya que pone en igualdad de condiciones a los trabajos que tienen como fin reproducir la vida, quitando los privilegios patriarcales de las actividades humanas que en el presente son concebidos como “trabajos productivos”.

Finalmente, vale la pena anotar que uno de los grandes retos para pensar una economía en la que buena parte de las actividades que actualmente son consideradas como productivas se consideren como reproductivas, tiene que ver con la dificultad de generar intercambios de los resultados de estos trabajos, es decir: el carácter social del trabajo. La gran mayoría de los trabajos reproductivos son reproductivos en tanto no acceden a mecanismos de intercambio –cuando lo hacen muchas veces quedan capturados por la lógica capitalista–, pero el reto está en la generación de estrategias y mecanismos de intercambio de estos trabajos en tanto trabajos concretos. Es decir, en un mundo capitalista nos es muy difícil concebir el carácter social del trabajo concreto, ya que siempre terminamos recurriendo a la forma abstracta del valor y a su representación dineraria, lo que vuelve a poner muchos trabajos que podríamos entender como reproductivos en la esfera de lo productivo.

 

Por una perspectiva no-capitalista de los trabajos de cuidado y de reproducción

Entender la compleja relación de los trabajos de cuidado y de reproducción con los procesos de acumulación ampliada de capital, así como disputar el carácter reproductivo de un conjunto de actividades humanas que, bajo la apariencia de la modernidad capitalista, aparecen como trabajos productivos, son dos cuestiones que consideramos fundamentales a la hora de abordar la discusión sobre estos tipos de trabajo en Bolivia.

En este sentido –y recuperando la discusión de nuestro Boletín DeBajada N° 5 sobre cuidados–, creemos que es fundamental incorporar una discusión seria sobre la salud y los cuidados: ¿Cómo entendemos a la salud –o al sistema de salud– que cuida a la gente en primera instancia y no que gestiona fuerza de trabajo para el capital?, por otro lado, también consideramos importante profundizar discusiones sobre los alimentos, su producción, calidad, circulación y distribución, no solo para dar cuenta de lo que ello implica en términos de precarización de las condiciones de vida, sino también para comprender la lógica de un trabajo reproductivo que, al ser considerado como productivo, se ve inscrita y se desenvuelve bajo una lógica de desigualdad social. Son temáticas sobre las cuales estaremos profundizando poco a poco.

 

 

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