El agotamiento y resurgir de los movimientos sociales: reflexiones desde una conversación con Raúl Zibechi
Durante su última visita a La Paz, Bolivia, el reconocido pensador Raúl Zibechi[1] accedió a disfrutar de un jugo de copuazú, un exquisito fruto amazónico, en compañía del equipo del Centro de Estudios Populares (CEESP). El propósito de este encuentro fue intercambiar ideas y experiencias acerca de los acontecimientos actuales en América Latina, centrándonos especialmente en la situación de los movimientos sociales. A continuación, presentamos una síntesis de las problemáticas que tuvimos la oportunidad de discutir con él.[2]
Durante nuestra conversación con Raúl Zibechi, exploramos un tema que pareciera ser un fenómeno regional: el debilitamiento de las capacidades de propuesta y acción de los diversos movimientos sociales en la región, frente al avance cada vez más agresivo del capital y la dinámica estatal en el continente. Sin embargo, nuestra discusión no se limitó únicamente a este aspecto, ya que también abordamos cuestiones relacionadas con los cambios en las estructuras estatales y su relación con la sociedad civil. Además, examinamos la relación de los Estados con el extractivismo, considerado como el principal modelo capitalista de supuesto desarrollo y progreso en la región.
Desde el Centro de Estudios Populares (CEESP), hemos estado trabajando sobre diversas claves interpretativas para comprender los movimientos sociales que colocan la vida en el centro como forma de acción política. En este sentido, consideramos que la contribución y la perspectiva de Raúl Zibechi son fundamentales en esta tarea. Su visión y lectura de los procesos sociales en América Latina nos brindan un enfoque valioso para comprender las dinámicas, desafíos y potencialidades de estos movimientos. Reconocemos la importancia de su trabajo en el fortalecimiento de nuestra comprensión y análisis de estos temas.
Movimientos sociales institucionalizados
Resulta sorprendente la situación actual de gran parte de los movimientos sociales en América Latina, especialmente cuando se comparan con las características que tenían durante las luchas de décadas anteriores. Muchos de los movimientos sociales tradicionales han experimentado cambios significativos y han perdido su capacidad emancipadora. En muchos casos, se han convertido en meros impulsores de políticas públicas impuestas desde arriba y en negociadores de demandas mediocres. Además, también se ha observado un cambio en la dinámica interna de estos movimientos, especialmente en la relación entre los dirigentes y las bases sociales, donde la función disciplinadora de los primeros ha crecido, a menudo en su vínculo con el Estado. Esto ha limitado, silenciado, minimizado e incluso destruido las reivindicaciones y luchas centradas en la preservación misma de la vida. Sin lugar a duda, parte de este problema radica en el proceso de institucionalización de los movimientos sociales, que puede describirse como la cooptación de la energía social emancipatoria por parte del Estado.
En la conversación, Zibechi resaltó cómo algunos de los movimientos sociales más significativos de las últimas décadas en Latinoamérica han enfrentado limitaciones o descomposición debido a procesos de institucionalización. Esto ha sido evidente en casos como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEB) en Argentina y el Movimiento Sin Tierra (MST) en Brasil. Resulta notable que, en el contexto actual, los movimientos sociales que mantienen agendas autónomas y resultan incómodos para las estructuras de poder son aquellos que tienen un vínculo limitado con el Estado, como el movimiento Zapatista en México o el movimiento Mapuche en Chile.
Estados atomizados y cultura extractivista
Por otro lado, Zibechi también plantea que en la actualidad estamos presenciando un proceso de atomización de los estados nacionales, en el cual se debilitan diversas funciones del Estado. Este fenómeno resulta contradictorio con el discurso de “estado socialista” promovido por los gobiernos progresistas.
En el caso de Bolivia, esta situación puede entenderse como una dualidad en el poder estatal. Por un lado, ciertos poderes del Estado se han fortalecido, como la relación y control territorial a través de los movimientos sociales en su rol disciplinador. Sin embargo, otras funciones estatales, como la fiscalización de actividades económicas privadas, son prácticamente inexistentes. ¿Cómo es posible que un estado no tenga control sobre una actividad económica con tanto impacto socioambiental como es la minería del oro?
Para Zibechi, este fenómeno es un ejemplo del proceso de neoliberalización que va más allá de los discursos paradójicos de la izquierda en muchos países de la región. La neoliberalización implica la reducción del control estatal en favor de los intereses privados y la liberalización de los mercados. En este contexto, la falta de control sobre actividades económicas como la minería del oro puede ser vista como un resultado de esta lógica neoliberal, en la cual los intereses privados tienen mayor peso que la protección socioambiental y el bienestar de la sociedad en su conjunto.
En este sentido, es fundamental reflexionar en profundidad sobre las dimensiones del estado neoliberal, las cuales parecen perdurar más allá de los gobiernos de izquierda o derecha. Por un lado, encontramos intentos de preservar una mínima estructura pública, en su mayoría represiva y distante de los cuidados, mientras que, por otro lado, se fomenta el avance ilimitado del extractivismo. En esta dinámica, tanto el estado como el capital constantemente descubren nuevos nichos de explotación, tanto ambiental como humana. Sin embargo, parece que aún no hemos logrado escapar de la trampa narrativa economicista, en la cual se priorizan los datos de exportación o el crecimiento económico sin considerar los aspectos de la vida humana y no humana. Es importante destacar que este sistema de devastación de nuestros espacios de subsistencia trasciende lo meramente económico.
En su exposición en el Foro Nacional “Los límites del extractivismo: Situación actual y caminos alternativos”[3], Zibechi abordó la expansión del extractivismo en la región, la cual es presentada por muchos gobiernos como la única opción económica. Sin embargo, resulta preocupante que se preste poca atención a ciertos aspectos derivados de estos procesos de expansión. Por ejemplo, se ha normalizado el aumento de zonas militarizadas en la región, especialmente en territorios donde existe una lucha por la vida y contra el capital. Por otro lado, la exposición detalló el efecto y la penetración del sistema extractivista en todos los aspectos de la vida, así como la creciente articulación entre extractivismo, narcotráfico, iglesias pentecostales y paramilitarismo. Esta conexión genera una cultura de imposición, agresión y depredación.
Zibechi también destaca la dificultad de encontrar un “sujeto emancipador o revolucionario” dentro de lo que él llama la “cultura extractivista”. A lo largo del siglo XX, el obrero fue la figura principal en la lucha contra el capitalismo. Sin embargo, en el mundo dominado por el extractivismo, los obreros no existen de la misma manera. Dentro de las cadenas de producción extractivista, no se encuentra un sujeto revolucionario claramente definido. Esta falta de definición se debe, en parte, a que la dinámica misma del extractivismo se basa en la noción del individuo emprendedor.
Los movimientos sociales tradicionales continúan utilizando herramientas que han perdido su utilidad para comprender, influir e interpelar las complejas realidades actuales, tanto a nivel nacional como estatal. Estos movimientos están cuestionando modelos de Estado que ya no existen o que nunca existieron. “Es como un teatro, una fachada, que ya no toca realidad”, señala Zibechi. Este planteamiento nos brinda otro motivo importante para reconsiderar y repensar la antigua cultura política. En lugar de aferrarnos a herramientas obsoletas, es necesario presentar nuevos imaginarios y formas de lucha que sean impulsados por nuevos actores directamente afectados por el reordenamiento de poder en el contexto de las nuevas formas de expansión capitalista
Pistas para pensar alternativas
Considerar la relación entre los movimientos sociales y el Estado también nos lleva a reflexionar sobre los nuevos movimientos sociales emergentes. Estos movimientos están recuperando una cultura política basada en la autonomía, en contraposición a la reproducción de estructuras de poder coloniales y hegemónicas típicamente asociadas al enfoque estatal. Es crucial reconocer y mencionar la contribución de los movimientos indígenas, afrodescendientes, feministas y jóvenes, quienes tienen una mayor claridad, basada en su experiencia histórica, al comprender que la institucionalización estatal no es el camino para sus luchas y reivindicaciones. En este sentido, estos movimientos buscan formas de organización y acción alternativas que sean estadocéntricas, promoviendo la autonomía y evitando la reproducción de estructuras de poder jerárquicas.
Un ejemplo destacado, mencionado por Zibechi, es el de las Mujeres de Frente, una organización que surgió como respuesta a las necesidades de mujeres pertenecientes a sectores populares que se encuentran en prisión en Ecuador. Esta organización se basa en una perspectiva feminista de acción-investigación y busca plantear acciones contra el sistema penitenciario.
Estas articulaciones van más allá de simplemente plantear agendas colectivas. También implican repensar el papel de los actores externos que se vinculan a estas luchas, lo que obliga y exige una profunda reflexión a quienes deseen involucrarse con estos colectivos. Se trata de un llamado a la interpelación y a cuestionar las formas tradicionales de participación.
En el surgimiento de nuevas propuestas de articulación colectiva, es crucial reflexionar sobre cómo se relacionan con la forma tradicional de hacer política. Es importante reconocer que, aunque las agendas de estas nuevas formas de organización y movimientos sociales ya no son marginales, siguen siendo minoritarias. A pesar de que los antiguos principios de los movimientos sociales han demostrado ser ineficientes para plantear reivindicaciones profundas en el entramado de poder estatal, capitalista y mundial, han logrado entrelazarse con las redes políticas existentes. Esto contrasta con las nuevas articulaciones colectivas, que muestran una falta de interés por integrarse en algo más amplio, lo que las hace muy locales. Esto no es necesariamente negativo, pero explica la falta de posibilidades y de una fuerza visible al plantear modelos alternativos que desafíen la vocación totalizadora del estadocentrismo.
Al concluir nuestra conversación con Zibechi, le preguntamos sobre las temáticas urgentes que considera que debemos conocer e investigar, y en las cuales deberíamos centrar nuestros esfuerzos para contribuir a una agenda política y social renovada. Su respuesta destacó la importancia de abordar el colapso del estado-nación y todas sus implicaciones. Sin embargo, para lograrlo, Zibechi enfatizó la necesidad de recuperar y reapropiarnos de los imaginarios de momentos revolucionarios en la historia latinoamericana, que han sido cooptados por partidos políticos, alejándose del espíritu original de las luchas por la vida y las demandas sociales.
Es evidente que en este momento no se está logrando articular un horizonte único para las luchas, y esto no necesariamente debe considerarse como algo negativo. La caída del capitalismo y el patriarcado no ocurrirá de forma repentina, y no necesitamos estrategias predefinidas con recetas específicas. En cambio, necesitamos tener la capacidad de imaginar realmente algo diferente.
Las alternativas no deben concebirse como caminos unidireccionales, sino como el resultado de múltiples perspectivas y demandas hacia la estructura de poder desde las periferias. Se construyen a partir de prácticas concretas, espacios de debate e intercambio, y resistencias populares. No hay una única fórmula para desafiar y transformar el sistema actual, sino que es a través de la diversidad de enfoques y luchas desde las bases que podemos crear un tejido resistente y transformador.
Para lograr esto, es evidente que no podemos pasar por alto la importancia de las luchas contra todas las formas de poder y violencia. En este momento, el feminismo emerge con claridad como impulsor de estas luchas. Además, las luchas por los territorios y la soberanía de los pueblos indígenas son fundamentales, especialmente en contextos occidentalizados y urbanos donde nuestras vidas cotidianas se ven limitadas y amenazadas.
[1] Raúl Zibechi es un periodista, escritor y activista uruguayo comprometido con la investigación y el apoyo a los movimientos sociales y las luchas en América Latina. Su amplia trayectoria y experiencia en la región se han reflejado en numerosos trabajos, documentos y libros que resultan de gran utilidad para comprender la realidad social, trascendiendo el ámbito académico. En los últimos años, ha centrado su labor en el análisis del extractivismo en el continente, explorando su influencia política y su impacto en las personas y los movimientos políticos.
[2] Este es un texto en el que intentamos sintetizar varias ideas generales presentadas por Zibechi en una conversación que mantuvimos con él. Sin embargo, la responsabilidad de lo acá expuesto es enteramente nuestra.
[3] Raúl Zibechi participó del foro “Los Límites del Extractivismo: Situación actual y caminos alternativos”, organizado por la Fundación Tierra y llevado a cabo el 4 y 5 de abril de 2023.